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miércoles, 15 de enero de 2014

Enero es el mes más cruel.


Profundo de llanto en la almohada:
así me ha encontrado enero un par de veces.
El mes más cruel,
con su falsa idea de renacer 

como si la vida misma pudiera reducirse a algunos días dispersos
en la suma de todos los días de la vida.


De golpe, me encontré ante un mar desconocido 
con un enorme barco y con lobos marinos.
Un hedor. Un sol quemando el rostro 

con su lengua de incendiada sangre solar.
Yo, mojado en mis propias aguas.
Enero consecuente de calor y sal de mar.


De pronto, el diablo se hizo presente, juez y parte
en este pleito irresoluto, en este viaje sin hora de arribo. 

Noticias llegan desde el centro:
una pareja ha muerto de pena en medio de la ciudad. 

De sus padres brotan dos lágrimas que se unen 
avanzan por el puerto
y desembocan como ríos en el mar.


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